Van Gogh

La naturaleza en su total dimensión me otorga el soplo divino: la respiración, el alimento. La poesía y la música me acercan al paraíso, me llevan por caminos impensados. La danza me protege de todo mal.

La injusticia me subleva, me aturde, me deja desnuda e impotente. La realidad me moviliza, me conmueve. Las luchas de los imprescindibles, faros de luz, me llevan de la mano.

Los atardeceres me resucitan, el canto de los pájaros, por las mañanas, me transporta a la claridad de las ideas, las ventanas me trascienden, los espejos me delatan.

La palabra, siempre, es el ardor necesario, me empuja, me acaricia, me inspira.

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Una palabra oscura puede quedar zumbando dentro del
corazón
Una palabra oscura puede ser el misterio de otros nombres
que tuve
Una palabra oscura puede volver a levantar el fuego y la
Ceniza.

Olga Orozco

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Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.

Aguedita, Nativa, Miguel, cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí nomás.
Madre dijo que no demoraría.

Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos, ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.

Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.

Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vaya a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.

De Trilce. César Vallejo

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… “El álamo carolina, cuyo penacho anaranjado asoma a la derecha, por encima del techo de chapas, es el último en borrarse. Más bien parece que remontara vuelo y se hundiese en el cielo. El humo de la chimenea lo opaca, lo sacude, lo trae y lo lleva. Tal vez por eso parece que se reanima. Mi madre, abajo, acaba de echar leña a la cocina económica que no se fatiga de arder y soplar todo el día. Es una vieja cocina “Carelli” de tres hornallas, fabricada en Venado Tuerto y creo que la casa empezó por ahí, por esta cocina que mi padre trajo en un charret desde Bragado, donde la compró de segunda mano y la montó en medio de un claro, al reparo de un árbol, y después empezó la casa. Mientras siga encendida mi casa vivirá…”

de «La balada del Álamo Carolina» (extracto). Haroldo Conti

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“… La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda.

-Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas de afuera, fíjate si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio.

-Sí, pero no veo rastro de nada.

-Me estoy cansando.

-Bájame.

El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas no quería sentarse, porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces…”

                                            De “No oyes ladrar los perros” (extracto). Juan Rulfo

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ese recorte de luz en la ventana
de un sol oblicuo y pronto a ocultarse
hace más nítido el borde del papel que se despega en
la pared del dormitorio.
Ya no estoy en aquel cuarto
pero todavía cae sobre mi rostro ese resto de calor
y sobre mis hombros también cae el filo de un azul
deslucido
pequeñas flores de un muro alquilado en el hotel Caribe.

de “El cansancio de los materiales”. Leonor García Hernando

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Armas

Ya pasó el militar (adusto y consternado
el ladrón, cargando
un pedazo de oscuridad
el asesino / precedido de temblores
el amante, apuntado por la flor
pasó el perseguido
atestado de ojos y puñales
el juez y la tendera, el malabarista
el cura con su dogma / la prostituta
con el rouge agazapado

-ya pasó el pueblo
(a fusilazos de banderas
Ahí va el poeta:
calza en la cintura la belleza
lleva la palabra remontada

Alejandro Carrizo

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El Catre

Este es su lecho,

               Un catre, simplemente

De aquí cada mañana salía para ir a su tarea

Y es aquí que a la noche

Dejaba sus botines empapados

Se ven sus libros a la cabecera

Uno a uno

      estos libros

            voy abriendo

En las páginas

      aún se ven las estrías

               de sus manos

el cepillo de dientes amarillo

y el jabón todo blanco

             allí sobre el alféizar

                     son de él

su camiseta azul de marinero

con las mangas sin manos cruzadas sobre el pecho

extendida quedó sobre la cama

este es su lecho

               un catre, simplemente

del muro cuelga

esa, su gorra azul de los domingos

y allí abajo se ve, nuevo, un boleto

de tren, abandonado sobre el piso.

Nazim Hikmet

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“Estás derramada en mí.

Hace años que estoy muerto

en tus ojos vivos.

No me reconocés.

Soy una máscara.

Ni tuve todos los hijos que fecundé”.

“La belleza es un campo minado.

Un poste en la calle Valle.

Son los adoquines del atardecer

que se llueven a si mismos”.

“La belleza es un campo minado” Sergio Kisielewsky

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Madrugada

Jugos del cielo mojan la madrugada de la ciudad violenta.
Ella respira por nosotros.

Somos los que encendimos el amor para que dure,
Para que sobreviva a toda soledad.

Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al
Dolor
Antes de merecer esta esperanza.

Hemos abierto las ventanas para darle mil rostros.

de “Velorio del solo” Juan Gelman

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“Con regocijada boca,
Con regocijada lengua, de día
Y esta noche llamarás.
Ayunando
Cantarás con vos de calandria
Y quizá
En nuestra alegría,
En nuestra dicha, desde cualquier lugar del mundo,
el creador del hombre,
el Señor Todopoderoso
te escuchará.
¡Jay!, te dirá,
Y tú
Donde quiera que estés,
Y así para la eternidad,
Sin otro señor que él
Vivirás, serás.

Poesía religiosa Inca

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Candiles Moribundos

“Y tenía los ojos quietos como paisajes
Y una muerte de risas y una ausencia de encajes,
pero que no veían los hombres de las costas.
Había gentes extrañas en las salas angostas.
Y tenía los ojos quietos como paisajes”.

de “El Violín del diablo” Raúl González Tuñón

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quién no desea un alma dura?
quién no se practicó en el alma un filo
cuando a poco de ver vimos el odio
y de empezar a andar nos tropezaron
y de querer amar nos desamaron
y sólo de tocar fuimos heridos‚
quién no hizo algo por armar sus manos
y para subsistir hacerse duro
como el cuchillo‚ y devolver la herida?
el delicado pretendió aspereza‚
el más tierno buscaba empuñadura‚
el que sólo quería que lo amaran
con un tal vez‚ con la mitad de un beso‚
pasó arrogante sin mirar a aquella
que lo esperaba abierta y desdichada:
no hubo nada que hacer: de calle en calle
se establecieron mercados de máscaras
y el mercader probaba a cada uno
un rostro de crepúsculo o de tigre‚
de austero‚ de virtud‚ de antepasado‚
hasta que terminó la luna llena
y en la noche sin luz fuimos iguales

de «Memorial de Isla Negra», Pablo Neruda

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Tanguera

Baile agitado de la milonga esa noche
vos y yo amando, cuerpo a cuerpo,
fuertes y ligados, tan fuertes como una queja
y tan tristes esa vez,
habían avisado de los trenes, te acordás?
tenías que irte de los lugares
de las casas, de los perros,
no queríamos que te fueras, yo no quería, mi amor…
y vos bailabas como un loco y me arrastrabas
mis pies calzados de alto y fino tacón casi sobre tus pies,
pegadita a tus piernas…mis delgadas piernas
y entonces vos me enredabas más, pero de besos en el cuello,
y mi cabeza se quebraba, se caía doblada a tus labios.
Ay, Abel, que no te fueras lejos
que te quedaras en la noche del delirio
que Benedetti nos salvara codo a codo en la calle
que Galeano nos diera la utopía y los barcos
que el flaco de Chacabuco nos reclamara el aguante
querido, mi querido…que más que milonga esto era un crimen
sí, Abel, un crimen que no debíamos permitirnos
no debíamos gozar en las vueltas y los tajos
y enredos de nuestros cuerpos,
amor del alma mía
mi Abel….mi hombre, mi niño tierno,
que aquella noche no terminara nunca
como esta milonga roja, roja de sangre y luto,
que vos y yo trompo de luz fuéramos
que nosotros fuéramos la ilusión
que dejáramos veinte centavos en la ranura
y Tuñón nos llevara al Parque, al Cielo de cartapesta,
y la Giganta de Baudelaire nos alzara en sus brazos
sabés? eso quería yo, que ingenua, Abel, que ingenua…
entonces seguimos, nosotros empedrados de dolor
y emperrados deseando nos cosieran los corazones
nudo a nudo, sí, que nos cosieran así, juntitos como en el tango
como en esta milonga tan Tanguera, tan de Marianito Mores
tan hermosa…ay, me quedo temblando por su belleza
míticos compases que me aprietan el pecho
mientras pienso y, te lo digo Abel, escuchame…
querido escuchame…donde estés…escuchame…
quienes hubiéramos sido nosotros dos
si no fuera por la maldita noche de los trenes?
No, no parés, seguí girando, llevame lejos Abel
que vos y yo, así, cosidos a la historia somos un mundo
y tenemos que hacerlo herencia en cada paso.
Brindemos por la vuelta Abel, que la orquesta sigue, y yo
lo sabés, verdad? no, no me guiñés el ojo…tonto!
sí…te sigo queriendo, con toda el alma, Abel, con todos mis versos.

de «Serie Abel», Rosa Buk

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JOSE MARTI (1853-1895)

Dos patrias tengo yo, Cuba y la noche…

Encarcelado a los 16 años. Inspira su compromiso político y la actitud del desterrado de por vida de su Cuba natal.

Quieren, ¡oh mi dolor!, que tu hermosura
De su ornamento natural despoje,
Que el árbol pode, que la flor deshoje,
Que haga al manto viril broche y cintura:

Quieren que el verso arrebatado en dura
Cárcel sonante y apretada aherroje,
Cual la espiga deshecha en la alta troje
O en el tosco lagar la vid madura.

No puede ser: La crónica alquilada
El paso ensaye y el sollozo, en donde
Llena de untos, fingirá que implora:

El gran dolor, el alma desolada,
Ni con carmín su lividez esconde,
Ni se trenza el cabello cuando llora.

José Martí (El escritor americano)

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Grupo Teatral La Zaranda, España

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Rey por conveniencia, de Brocca

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