Mi labor como maestra de escuela a lo largo de la vida me ha dignificado, me ha engrandecido. El acto de enseñar y aprender llega a su máxima expresión cuando estamos junto al otro u otra, y se nos abre la posibilidad inmensa de caminar a la par y resignificar nuestros pasos.
He tomado mi profesión como un arte, como un lenguaje expresivo, como una forma de pensar, de sentir y de vivir. En el devenir cotidiano he tenido oportunidad de crear, de componer, de escribir, de reescribir, de debatir, de luchar contra las injusticias, de comprometerme con lo imposible, de hacer realidad miles de sueños y de proyectos compartidos, de sentirme frustrada, de tachar, borrar y volver a empezar, de dar vuelta la página, de llorar de alegría, superar las broncas, las frustraciones y de morirme con cada dolor ajeno que me atraviesa.
Pero, más allá de todas estas instancias propias de la labor que profeso, hay algo de la pertenencia con la escuela y la comunidad que me mantienen viva y alerta, que me ha dado el valor, la resolución, el compromiso de optimizar mis posibilidades sobre todo frente a quienes más nos necesitan, redoblar esfuerzos y estar cerca de quienes tienen más dificultades, atendiendo a las familias con sus problemas y a los compañerxs con quienes compartimos la tarea, en los barrios pobres, en entornos desfavorecidos, ayudando en los comedores escolares con el personal siempre dispuesto, atento a colaborar, el sostén del SAME cuando un pibe se accidenta o un maestro se descompone, ser testigos, por ejemplo, y hacedores de la escolarización de un papá cartonero que comenzó alejado de la escuela y terminó junto a su hijo recibiendo el diploma en el acto de fin de año, con su mejor ropa, con su mejor sonrisa, el teatro comunitario, la alegría de los que participan y se hacen un lugar para venir a ensayar, los talleres con las familias, los encuentros inter escolares, recibir al cura villero, al médico de la salita, a los abuelos del hogar de día que vinieron a compartir una actividad con los chicos.
El faro para que todo esto se visualice, el espacio para que esto que menciono se concrete y se multiplique, no es otro que el de Escuela Pública.
Construirla, transitarla, habitarla, es llenarse de abrazos que te duran toda la vida.

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